He tomado esa frase textual de Luces y Virtudes Sociales, porque en ella se sintetiza la concepción del maestro sobre el lenguaje. Los pensamientos, las ideas, los principios, requieren para su presencia social de una forma adecuada. Sin ella o bien se llega a no ser comprendido o se lleva a los destinatarios al tedio, a la confusión. Quede claro, forma en función de pensamientos, ideas, principios. Ningún desliz a lo largo de la obra hacía algún tipo de formalismo, ningún estecismo mal entendido. Sí, el juego con los sentidos, sí la enseñanza con gusto, sí la percepción del sentido también a través de la forma que se da al discurso.
Con estas últimas seis palabras (forma que se da al discurso) don Simón introduce su percepción del lenguaje. Son páginas preciosas que hemos incluido en nuestra sección Documentos. Las publicó el maestro en sus Luces y virtudes sociales, cuando vio la necesidad de mostrar las claves de sus propuestas discursivas. Hay allí una líneas que se ligan directamente con lo de la forma como modo de existir.
El símil no puede ser más sugerente: quien pinta algo más que lo que aparece a la mirada en las monótonas líneas de los libros. La página se convierte, se recupera, como un espacio visual. Don Simón quizá percibió algo de esto en Europa. Ya aparecían las publicaciones que buscaban llamar la atención al lector. Fourier, por ejemplo, utilizaba algunos gruesos caracteres en sus escritos. Pero las posibles influencias interesan poco aquí. En la lectura que hemos hecho de los pensadores utópicos del XIX no hemos encontrado una propuesta como la del maestro. Y es que la recuperación de la página como espacio visual se liga al resto de su pensamiento con una coherencia endemoniada. En efecto, desde las propuestas de lectura en totalidad de la propia situación social hasta el pedido de pintar con palabras, hay una continuidad que va del sentido descubierto al sentido expresado, transmitido, compartido. Si se negaba para la primera fase la monotonía de la enseñanza, la parcialidad; no había por qué no atacar en la segunda las fallas de comunicación. En definitiva, la pintura con la palabra nos acerca lo más posible a la expresión oral, a una elocuencia fundada en principios, a una retórica educativa, para los sectores que todavía no están fuera de la ignorancia, y a una presentación de los temas por aforismos, para quienes ya saben.
Esa elocuencia fundada en una filosofía, en principios sociales y pedagógicos, es probable que el maestro la haya vislumbrado en la obra de Capmany, “Filosofía de la elocuencia”, escrita hacia 1777. La mención que hace de este autor no es casual (nada en su creación lo es); pero el desarrollo de la misma, la inflexión que le dio con respecto a la realidad de nuestra América, constituyen un aporte que muy pocos reconocieron en su tiempo, y que muy pocos reconocen hoy.
“Observarán también a los jóvenes…que el arte de escribir se divide en 2 partes, 1ro. Pintar las palabras con signos que representan la boca (…) 2do. Pintar los pensamientos bajo la forma en que se conciben…(en la estructura de estas páginas se ve el ejemplo). En el modo de pintar consiste la expresión, y por expresión se distinguen los estilos. No se han de ensartar las ideas en un renglón, como las perlas de un collar –porque todas no son unas. El que lee debe ver en el papel, los signos de las cosas y las divisiones del pensamiento, Sin esto no lee bien.
Ahorrar papel es ahorrar expresión; y el lector en lugar de despertar la atención por la variedad de tonos y tiempos…..la adormece por la monotonía y por el isocronismo”
“El mismo profesor que reprueba la distinción de ideas, por la separación o por el aislamiento de lo escrito, tendrá, que valerse de algún escrito, tendrá, que valerse de algún arbitrio para distinguir hablando, cuando enseña a leer (si es que, la declamación entra en su enseñanza….si es que no está creyendo….como otros muchos….que solo en el teatro se declama, o que declamar es ahogarse en sus palabras, hacer contorciones y echar espuma por la boca”.
La lectura de despacho sigue siendo plaga en nuestro tiempo, en especial en el campo de la enseñanza. Pienso en los tediosos discursos, isócronos, monótonos, que deben soportar los públicos cautivos de la escuela primaria y media; pienso en las palabras que van y vienen, exangües, sin vida alguna; pienso en buena parte del discurso universitario. Don Simón tendría mucho que decir al respecto: la inmenza mayoría de los docentes universitarios no ha sido capacitada para la docencia, ese arte que permite llegar con gusto a los destinatarios. La expresión de despacho asoma en los textos, en las clases, en los discursos, en los libros. Se confunde información con formación y aquella aparece sin ningún recurso de comunicación. No es igual escribir para oficinas, escribanías, que hacerlo para jóvenes; no es igual hablar…
Los Guiones indican relación; las Llaves la conexión, para ejecutar (subrayo lo que él subraya) esto es menester sentir”
¿Qué más decir? La palabra ejecutar nos remite a la música, a los sonidos, que en la página deberán ser pintados. No desarrollaré aquí la manera en que todo esto es relacionado con la formas de percibir y de pensar, con los paradigmas y los cuadros. Remito al lector al texto incluido en la sección Documentos. Señalo solo que el discurso tiene una terrible coherencia, una hermosa trabazón. Los paradigmas se forman también a través de la capacidad de sentir y los cuadros (las estructuras, diríamos ahora) se apoyan en los paradigmas. A la vez, para ejecutar la forma de lenguaje, es “menester sentir”.
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