Nos referimos al discurso anti-utópico por lo menos desde dos perspectivas:
1.- las experiencias que se echan a rodar en las relaciones cotidianas.
2.- las formulaciones políticas explícitas.
Ambas preocuparon mucho al maestro. Insistió una y otra vez en que con discursos y decretos no se le cambia la vida a nadie. Era necesario crear una nueva opinión tanto para el discurso cotidiano como para el político. Tarea nada fácil por cierto. A don Simón se lo atacó por loco, hereje, ladrón, extranjero. La opinión no dejó nunca de perseguirlo, como tampoco él de enfrentarla. En razones y no en opiniones había que fundar la patria, y en todo caso conceder algún espacio a opiniones positivas apoyadas, en última instancia, en razones. ¿Cómo se origina esa corriente discursiva que nos tiene ocupados hasta el presente? ¿Cuáles las fuentes de esos recursos de consenso que a veces han llevado al poder a verdaderos monstruos? El origen está en el parecer, actitud absolutamente contraria a la de la perspicacia espiritual. si ésta requiere de la captación de los procesos en totalidad, aquél es el producto de primeras impresiones.
“El resultado de las primeras impresiones se expresa con la palabra PARECER, que, en el fondo, quiere decir: Dudo en mi observación.
(…)
El que no tiene a quien consultar (…) y (…) no emplea nuevos medios de observar, se queda por algún tiempo, en su Parecer, y familiarizado con él lo confirma llamándolo OPINIÓN. Consulta su OPINIÓN, en un caso dudoso (como lo hizo con su PARECER) y da con otros que tienen la misma, porque no tuvieron con quién consultar sus pareceres y se consultaron. –Entonces, entre todos forman una OPINIÓN, que consideran general.
(…)
TODOS LO DICEN
En este estado no hay quién no se atreve a llamar OPINIÓN RAZÓN (…) Aquí los PARTIDOS…aquí el TODO HECHO PARTES”
La opinión tiene su origen en el parecer individual, nada más alejado, pues, del sentir común, de la asociación. Y, reunida, con otros pareceres, no es más que una suma, pero nunca un todo. En el “todo lo dicen” se oculta una radical carencia de unidad. En esto descansan los partidos, poco puede hacerse por esos caminos para fundar una república.
“La OPINIÓN no es sino un PARECER ENVEJECIDO; pero nunca la opinión envejecida podrá llamarse razón”.
Es esa la clave de la argumentación. Un error compartido por muchos, se ha dicho en nuestro tiempo, no deja de ser error. Don Simón afirma que los pueblos se dan a conocer por la opinión, y que por ella se ve si están civilizados o nó. Recordemos que para él con los viejos no se podía fundar una nueva sociedad.
“Apelar a la opinión pública solo porque es PÚBLICA para tener RAZON, es lo mismo que estarse ahogando y manotear para recoger aire en medio del agua”
La Sociedad Nueva se fundará en Razones, cualquier otro camino es o un retorno al sistema anterior o una invitación a la anarquía. Como la opinión es un concepto confirmado. “sea cual fuere el concepto y sea cual fuere el motivo de su confirmación”, se basa, en certidumbres que a veces pueden llevar al aniquilamiento de las personas que tienen otras contrarias. De las desavenencias fundadas en pareceres surgen las disputas; controversias, en términos más suaves.
“…las disputas y las controversias son interminables y la necesidad de concluir algo, hace que se piense en acabar con las personas”
La lucha contra la opinión establecida tiene más de un motivo, por una parte se trata de cerrar el camino a las disputas, fuente de persecuciones y muertes; por el otro de rechazar el discurso anti-utópico. Habrá que cuidarse de la opinión pública exagerada, porque es una “enfermedad mental”. Resulta fácil reconocer esto, lo difícil es corregirlo.
En el discurso anti-utópico se inscribe en primer lugar una máxima que el maestro atacó siempre: “cada uno para sí y Dios para Todos”. Ella representaba el individualismo, la falta de conocimiento en los principios sociales, la indiferencia hacia las cosas públicas. En no pocas oportunidades propuso máximas nuevas, destinadas a lograr una opinión distinta. Así con respecto a la anterior: “cada uno para todos y Dios para uno”.
Revisa una y otra vez máximas antisociales, como “ser esclavo para no servir en la milicia”, “no tener voluntad para no responder a sus acciones”, “ser despreciado para despreciar”.
“Estas máximas se inculcan, desde mui temprano, en las masas, como haciendo una especie de almácigo, para cultivarlas después, por clases y por jéneros…Con el mayor número se abulta la opinión favorable al SISTEMA, i con el menor, tiene un cuerpo de atrevidos para defenderlo”.
Aclaro, es don Simón, no yo, quien subraya l apalabra “sistema”, palabra que nos hemos agotado de repetir en nuestro siglo con idéntico sentido. Cuando nuestro autor invita a formar un cuerpo consultivo para rejir la educación, pide que no le integren “aspirantes a Sancho Panza” que vienen con máximas como que nada puede cambiar, que al que se mete le va mal, que siempre las cosas seguirán iguales.
Le preocupaban muchos los efectos de estas máximas. Por ejemplo, un hombre acaudalado, que le dice a su hijo “Si no quieres se jente (esto es, abogado) tendrán que aprender un oficio”. Se preguntaba don Simón qué quedaría en el alma de un niño al cual se le presentaba de esa manera el trabajo manual. Rechazaba las opiniones de tipo xenófobo, las que, por cierto, tuvo que padecer una y otra vez. Denunciaba el “lugarismo” y decía que no había nada más patriota que un tonto. Rechazaba la descalificación sin más de los discursos, con el argumento de que eran heréticos.
“Cada época, que hacen las vicisitudes de las cosas, en la opinión pública se distingue por ciertas ideas opuestas, que se levantan sobre las demás: esta sirven de texto en el trato común, y de pretexto para combate. Godo –Insurgente, y Hereje son las de la contienda actual en América- no todo realista es GODO, ni todo republicano insurgente”.
Texto en el trato común y pretexto para combates, formulación preciosa de la manera en que se originan los rumores, las descalificaciones; del modo en que se difunden los prejuicios, las habladurías. En la cuna del texto se entretejen a menudo los hilos que deciden la vida de un hombre, cuando los “Comentarios” y las inocentes “conversaciones” se vuelven pretexto, se afilan como cuchillos en momentos de combate.
De cambiar esto se trataba, de crear una opinión distinta, fundada en razones. El medio, por supuesto, la educación. Propuso nuestro autor un sistema que iba desde las sentencias a los refranes.
“Cuando una Verdad llega a obtener el asentimiento de los sabios, es sentencia, porque solo ellos sienten bien su importancia –Si comprende otras verdades, se llama sentencia máxima, o MÁXIMA solamente, por abreviar –Si se cita o adelanta, en apoyo de una doctrina, es proverbio –Si es mui conocida es adagio –i cuando se hace vulgar es refrán.
Sube la verdad de sentencia a proverbio –i baja de proverbio a refrán; Proverbio, Máxima, sentencia, adagio, refrán…”
Se trata de cambiar eso, de que los refranes reflejan también la verdad de las sentencias. Modificar una de las claves del sostenimiento de la opinión, del discurso anti-utópico, en la vida cotidiana.
“Compongamos, con estos pensamientos algunas sentencias MAXIMAS que se tomen por PROVERBIOS en la Educación Mental, que, siendo los adagios en las Escuelas, pasan a ser refranes en el vulgo NUEVO, que las luces del siglo se proponen hacer en el NUEVO MUNDO”
Esta propuesta se orienta decididamente hacia una transformación de los modos de juzgar propios de la vida diaria. Don Simón reconoció que ésta jugaba un papel decisivo en cualquier proceso de transformación social. Pero también reclamó una revisión de los modos de juzgar en instancias sociales más cercanas al Estado. Nadie podía ser juez sino fundaba su percepción en razones. El maestro recela a menudo de los abogados y compara los tribunales con un matadero. Sobre todo es la Defensa de Bolívar insiste en que con pareceres no se puede juzgar ni la vida ni las acciones de nadie.
La opinión iba muy ligada a la ignorancia, pero para colmo con un barniz de razón que a menudo la convertía en árbitro de conflictos. La única forma de cambiar eso empezando desde la primera niñez. Las opiniones terminaban por configurar un sentido a través del cual se revisaban, clasificaban las impresiones. Precisamente ese sentido era el que debía ser cambiado a la luz de la percepción en totalidad de las circunstancias, de la propia situación social.
Pero además, ese sentido estaba todavía demasiado inmerso en la herencia colonial. En la vida cotidiana y en las prácticas políticas, se arrastraban pareceres que podían poner fuertes obstáculos al proyecto de sociedad nueva. La experiencia de Chuquisaca le demostró a don Simón que la opinión, (el discurso anti-utópico, decimos) estaba todavía, demasiado viva. Las formulaciones políticas explícitas fueron parte de este enfrentamiento con el discurso anti-utópico. Si bien aparecen a lo largo de toda la obra, donde alcanzan una enorme identidad y un grado de refinamiento, en lo que a análisis se refiere, es en la Defensa de Bolívar. La obra toda, hemos indicado, constituye una confrontación discursiva. Nuestro autor se ocupa de los dimes y diretes que circulaban en torno al libertador. No solo de los que se lanzaban a rodar por medio de las relaciones cotidianas. También de los libelos que brotaban por todas partes. he incluido al final de este trabajo, en la sección Documentos, las páginas que dedica a la evaluación de un manifiesto de José de la Riva Agüero, expresidente del Perú y gran mariscal de los Ejércitos. Remito al lector a ese trabajo de don Simón. Me interesa destacar aquí la metodología de análisis seguida, porque, al parecer, tiene mucho de semejante con lo que desde hace algunas décadas viene llamándose análisis de contenido.
Como puede apreciarse, nuestro autor en columna el manifiesto a la izquierda de la página, y a la derecha va anotando los calificativos que se vienen en el mismo, paso a transcribirlos de corrido:
“Oprobio, perverso, criminales aspiraciones, abominable, iniquidades, delitos, baja intriga, calumnia, espionaje, persecución, muerte, desmoralización, libertinaje, horroroso, asesinatos, cadalzo, saqueo, tobo, falacia, depravado perturbador, cadáveres, cenizas, tigre hambriento, cruel dominación, victimas, loca y detestable ambición, medios bajos y groseros, usurpador, calumnias, decapitación, degüello, exterminio, atrocidad, asesino, delito embustero, tirano, depravado, despotismo, hipocresía, afrenta, tirano, monstruo abominable, disfraz, máscara, execrables crímenes, falsos profetas, lobos hambrientos, encarnizados, usurpador, cábalas, calumnias, asesinatos, destrucciones, saqueos, intruso, salteador, entrometido, apropiarse riquezas, aherrojar moradores, villanía, mentira, criminal ambición, fuerza, astucia, usurpador, cadáveres, bajezas inauditas, groseras calumnias, sumas sustraídas y escondidas, tramas, intrigas, tirano, mercenarios”
Todo esto aparece en el “manifiesto”, no hay más que separarlo para comprobar el tono, las intenciones. Pero el maestro hace algo más: cuantifica. Cuenta todas las palabras del texto, les quita preposiciones, conjunciones pronombres y artículos y saca de las restantes las “calificantes” y las “indiferentes”. Es decir, nos muestra cómo se distribuye el intento de llevar la percepción de los destinatarios, según el “contenido manifiesto del mensaje”, como diríamos en nuestro tiempo. El porcentaje de infundios es tan elevado que le permite a don Simón un símil de este tipo de discurso:
“Al ver tanta tan asquerosas (palabras) le parece ver (al defensor, esto es, al propio Rodriguez) es el vocabulario español, un barco de las costas del Perú: estos barcos abundan en un prodigioso número de CUCARACHAS, que de tiempo en tiempo se alborotan, salen de sus nidos y se esparcen por todas partes –en términos de no dejar un solo punto visible: no se sabe el motivo de su aparición, como se sabe el motivo aparición de las palabras; pero el caso es el mismo. Tal vez, por esta semejanza, habría convenido dar al presente artículo no el título de MONSTRUO, sino de CUCARACHAS”
El método de análisis va combinando lo cuantitativo con lo cualitativo, o bien ese toma en texto y se lo trabaja a través de esos porcentajes, o bien se avalúa una frase, una expresión en particular, y se la contextualiza, tanto en el discurso que la engloba como en las circunstancias que la originan. Don Simón juega con texto y contexto, con lo manifiesto y lo latente. Si nos presenta un material de inmediato nos invita a “ir a las intensiones”. Esta riqueza de recursos le permite no solo llevar adelante su defensa, sino también adentrarnos en los juegos de intereses de la época, en las pasiones (argumentos fundados en ellas no valen, afirma), en la manera en que percibían al Libertador los antiguos dueños del Poder y los aspirantes a obtener aunque fuera una miserable cuota del nuevo.
La Defensa de Bolívar constituye un cuadro magnífico de la época y a la vez una muestra de cómo los recursos del análisis de mensajes pueden formar parte de una lucha política.
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